El tiempo pasa y el que los niños vayan a la escuela va generando cambios positivos. A Porfiria le costaba al principio que se levantaran y lavaran la cara, ahora eran muy disciplinados y más responsables que antes.
El niño ya no usaba la resortera para matar pajaritos o lagartijas todo el tiempo, ahora pegaba a lo que apuntaba pero eran objetos inertes como piedras o ramas y cuando utilizaba la liga para matar un animal era estrictamente para comer, los cambios eran radicales, leían mucho y la empatía con su entorno era cada día más fuerte. Si antes el niño aprovechaba cualquier momento para pegarle una patada al perrito cacahuate, ahora solo eran cariños.
La niña buscaba más a Porfiria y estaba ávida de conocer de su pasado y le enseñara todas las recetas que se supiera, la niña escribía ingredientes y procesos en su cuaderno y pedía de vez en vez a Porfiria intentar ella cocinar.
Cuando Porfiria escuchó al niño leer en voz alta alguna vez, llegó con el al cuarto y mientras estaba sentado en la cama ella le llevó un puñado de cartas de la canasta. El niño las ordenó por fechas y las abrió y leyó, Porfiria por fin escuchó el la voz de ese niño la voz de su hijo a la distancia. En esas cartas su hijo Arnulfo platicaba su día a día por una semana, cada viernes fue una novela de vida con continuación, Porfiria sollozaba mientras oía y a veces reía pues Arnulfo contaba momentos cómicos exagerados, Porfiria fué por más cartas y más, el niño más que aburrido quería seguir leyendo para saber que más quería platicar Arnulfo, toda la tarde se la pasaron ahí, comieron y regresaron a la cama ahora con la niña y llegaron al momento de tener que prender velas para poder seguir leyendo, a pesar de tener ya luz eléctrica, comprar focos no era tan fácil ni barato, por eso las velas no dejaban de ser opción, Porfiria tenía esperanzas de encontrar otra foto como le había sucedido antes pero no había tenido suerte, las horas pasaron y aunque no tenían sueño por estar tan entretenidos Porfiria ordenó ya dormir.
Casi se quedan dormidos por la desvelada, despertaron y salieron muy rápido de casa y sin desayunar al otro día, Porfiria notó que la canasta tenía ya muchas menos cartas, estaba todavía con una sonrisa muy grande provocada por la maratónica lectura del día anterior, casi podía ver crecer a su hijo en su imaginación, fue un día hermoso para Porfiria mientras esperaba llegaran los niños llegaran y se pusieran a leer una vez más. La comida lista en la mesa al llegar, la casa arreglada y la lana del colchón de la cama alborotada para sentirse más cómoda, así recibió a los niños y estos felices ordenaban más cartas por fechas y leían de manera cronológica, así llegaron a donde Porfiria se enteró como Arnulfo conoció a la mujer que le robó el corazón, Arnulfo la describió tan bien que ella la dibujó perfectamente en su mente:
"Sus ojos claros nariz pequeña y labios bien dibujados que muestran a veces sus perfectos dientes, me enamora madre, me estremece cuando me mira sin mirar, me encanta cuando se pone vestidos que muestran sus hombros de piel blanca que se enrojece al sol, delgados y delicados dedos de las manos, la falda que llega a media pantorrilla me deja ver los perfectos tobillos y pies de princesa, madre, nadie es más hermosa que usted, pero esta mujer es diferente, tiene una belleza aparte, me llama y yo quiero ir, no sé si la veré otra vez pero si es así, ¡le prometo que intentaré con todas mis fuerzas que sea mi esposa!"
Los niños emocionados leían y se revolcaban en la cama emocionados mientras Porfiria reía levemente mientras doblaba ropa limpia. Una vez más el día se terminaba y las cartas ya se hacían mucho menos, algunas perdidas (debieron ser las quemadas en la hornilla) hacían que se quedaran con un sentimiento de vacío por momentos. Así llegaron a momentos tristes como la muerte de sus abuelos, como Arnulfo sufría el luto y la necesidad de un abrazo para no sentirse tan solo, a Porfiria le dolía escuchar eso, pero conforme seguían las cartas Arnulfo daba buenas noticias de cómo superaba esas adversidades refugiado en la universidad y el trabajo en la finca que sus abuelos le heredaron, además de encuentros fortuitos con aquella dama que le hacía vibrar el corazón y los intentos de acercarse a ella.
Una vez más la noche era muy avanzada y ya Porfiria ordenaba dormir cuando el niño le mostró que sólo quedaba una carta, Porfiria vió que la vela estaba cerca de terminarse, calculó que si alcanzaba para la última lectura, era una como muchas de plática de eventos casuales pero la última estrofa parecía haber sido escogida a propósito.
El niño ya no usaba la resortera para matar pajaritos o lagartijas todo el tiempo, ahora pegaba a lo que apuntaba pero eran objetos inertes como piedras o ramas y cuando utilizaba la liga para matar un animal era estrictamente para comer, los cambios eran radicales, leían mucho y la empatía con su entorno era cada día más fuerte. Si antes el niño aprovechaba cualquier momento para pegarle una patada al perrito cacahuate, ahora solo eran cariños.
La niña buscaba más a Porfiria y estaba ávida de conocer de su pasado y le enseñara todas las recetas que se supiera, la niña escribía ingredientes y procesos en su cuaderno y pedía de vez en vez a Porfiria intentar ella cocinar.
Cuando Porfiria escuchó al niño leer en voz alta alguna vez, llegó con el al cuarto y mientras estaba sentado en la cama ella le llevó un puñado de cartas de la canasta. El niño las ordenó por fechas y las abrió y leyó, Porfiria por fin escuchó el la voz de ese niño la voz de su hijo a la distancia. En esas cartas su hijo Arnulfo platicaba su día a día por una semana, cada viernes fue una novela de vida con continuación, Porfiria sollozaba mientras oía y a veces reía pues Arnulfo contaba momentos cómicos exagerados, Porfiria fué por más cartas y más, el niño más que aburrido quería seguir leyendo para saber que más quería platicar Arnulfo, toda la tarde se la pasaron ahí, comieron y regresaron a la cama ahora con la niña y llegaron al momento de tener que prender velas para poder seguir leyendo, a pesar de tener ya luz eléctrica, comprar focos no era tan fácil ni barato, por eso las velas no dejaban de ser opción, Porfiria tenía esperanzas de encontrar otra foto como le había sucedido antes pero no había tenido suerte, las horas pasaron y aunque no tenían sueño por estar tan entretenidos Porfiria ordenó ya dormir.
Casi se quedan dormidos por la desvelada, despertaron y salieron muy rápido de casa y sin desayunar al otro día, Porfiria notó que la canasta tenía ya muchas menos cartas, estaba todavía con una sonrisa muy grande provocada por la maratónica lectura del día anterior, casi podía ver crecer a su hijo en su imaginación, fue un día hermoso para Porfiria mientras esperaba llegaran los niños llegaran y se pusieran a leer una vez más. La comida lista en la mesa al llegar, la casa arreglada y la lana del colchón de la cama alborotada para sentirse más cómoda, así recibió a los niños y estos felices ordenaban más cartas por fechas y leían de manera cronológica, así llegaron a donde Porfiria se enteró como Arnulfo conoció a la mujer que le robó el corazón, Arnulfo la describió tan bien que ella la dibujó perfectamente en su mente:
"Sus ojos claros nariz pequeña y labios bien dibujados que muestran a veces sus perfectos dientes, me enamora madre, me estremece cuando me mira sin mirar, me encanta cuando se pone vestidos que muestran sus hombros de piel blanca que se enrojece al sol, delgados y delicados dedos de las manos, la falda que llega a media pantorrilla me deja ver los perfectos tobillos y pies de princesa, madre, nadie es más hermosa que usted, pero esta mujer es diferente, tiene una belleza aparte, me llama y yo quiero ir, no sé si la veré otra vez pero si es así, ¡le prometo que intentaré con todas mis fuerzas que sea mi esposa!"
Los niños emocionados leían y se revolcaban en la cama emocionados mientras Porfiria reía levemente mientras doblaba ropa limpia. Una vez más el día se terminaba y las cartas ya se hacían mucho menos, algunas perdidas (debieron ser las quemadas en la hornilla) hacían que se quedaran con un sentimiento de vacío por momentos. Así llegaron a momentos tristes como la muerte de sus abuelos, como Arnulfo sufría el luto y la necesidad de un abrazo para no sentirse tan solo, a Porfiria le dolía escuchar eso, pero conforme seguían las cartas Arnulfo daba buenas noticias de cómo superaba esas adversidades refugiado en la universidad y el trabajo en la finca que sus abuelos le heredaron, además de encuentros fortuitos con aquella dama que le hacía vibrar el corazón y los intentos de acercarse a ella.
Una vez más la noche era muy avanzada y ya Porfiria ordenaba dormir cuando el niño le mostró que sólo quedaba una carta, Porfiria vió que la vela estaba cerca de terminarse, calculó que si alcanzaba para la última lectura, era una como muchas de plática de eventos casuales pero la última estrofa parecía haber sido escogida a propósito.
"No sé si usted me lee o le lean mis cartas madre, todos estos años he escrito para usted y no espero me conteste, me gustaría pero no lo espero, sepa usted madre hermosa que la recuerdo todos los días, sé que usted tomó una muy difícil decisión el día que me pidió me fuera con los abuelos pero créame que en ese mismo momento con su mirada en mis ojos la entendí, mis hermanos la necesitaban más que yo, usted sabía que yo la amaba tanto que nunca la olvidaría y así fue, le amo madre, sepa usted que me regaló una vida que nunca cambiaría, si bien me hubiera gustado estar con usted, también es cierto que no estarlo me hizo amar más todo lo que me rodea sabiendo que su decisión me hizo disfrutarlo, yo no veo que usted regaló un hijo, yo veo, ¡que usted regaló una vida excepcional a su hijo madre! Hoy, no quiero recibir carta que me hable de usted, porque estoy seguro que no será buena noticia, espero tener la esperanza de un día volverla a ver y darle en un beso las gracias más benditas por todo lo que mis cartas le platican. ¡Le amo madre! Descanse si le leen esto antes de dormir y hágalo tranquila, su hijo está bien. Calme su corazón.”
Porfiria le sopla a la vela a punto de terminar, se acuestan todos en la cama y con un largo suspiro de alivio Porfiria busca el sueño con un semblante de tranquilidad infinita.
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