Hacienda Santiago Ovando

Relato Hacienda Santiago Ovando


La camioneta de Gumersindo llega a la Hacienda, los niños bajan contentos de haber ido nuevamente tan lejos con la curandera degustaban de los últimos pedacitos de merengue en la bolsa de papel, Porfiria se acercó al encargado y este le dió una bolsa con mueganos.
- Le traigo estos aparte porque si no los chamacos no le dejan nada. Traibanos pan pero más que la verda' nos lo comimos en el camino oiga asté!
- A mi nomas me aflige como está la chamaca! Que le dijo la señora?
-Que ya está muy bien! Bien que adivinó que la llevanos al doitor!
-Ahhh! Tons si es güena! Si le sabe de adivina!
-Aluego le dije de los ajololotes y dice que le lleve yo unos otro día y me los cambea por remedio pa' que me vaya mejor en las siembras. Por ahí el sábado en 15 días manda asté al chamaco para que me junte unos cuantos.
-Me los va a asté a acostumbrar a salir y aluego ya van a sentir feo que ya no vaigan con asteee!
-Pos... Si quiere asté ya no los llevo!
-No, llévelos asté, que vivan cosas! Yo no puedo llevarlos, llévelos asté!
-Ta güeno pues. Me voy y nos vemos otro día.
-No quiere asté taco? Hay frijoles y salsa picosa y orita la chamaca y yo tortillamos!
-Ah! Pos como no!

El hombre se frotaba las manos y entraba a la cocina. Todos comieron y estaban en la sobremesa cuando llegó una de las vecinas llorando.
-DOÑA PORFIRIA! DON GUMERSINDO! ME VINO DECIR EL GENARO DE ERENDIRA QUE MI MARIDO SALIÓ DE LA CANTINA Y SE CAYÓ AL SUELO Y SE ME MATÓ EL DESDICHAO!
Porfiria unió las manos frente a ella mientras se levantaba de su silla con el rostro compungido, los pequeños con caras asombrados y el encargado pasándose la mano por el rostro se levantó!
-Subase asté a la camioneta! Le voy a llevar y vemos que hacemos. La mujer que usaba un rebozo para ocultar medio rostro salió de la cocina y obedeció.
-Ya me descomponió la tarde esta mujer pero quién la va ayudar? Se le murió el hombre! Al rato le veo Doña!
-Ande asté! Llévela!

Los niños vieron a Porfiria que de una caja debajo de la cama sacaba 4 velas, 2 veladoras y dos piezas de piloncillo. Las puso en una canasta y después fue a orar al pie de los santos en su repisa y colgados en la pared. La niña se le unió y el niño las veía desde la puerta esperando indicaciones. Después de un rato Porfiria les dijo que irían a la casa de la mujer llevando la canasta. Antes de meter la caja debajo de la cama el niño se da cuenta que hay más velas, veladoras y piloncillos además de lo que parece tela y un rebozo. Tocaron en la casa de la vecina donde un joven de unos 17 años y una niña de unos 8 estaban llorando inconsolables. Porfiria pidió bla dejaran pasar y en el cuarto junto con la niña y la pequeña de 8 se pusieron a levantar ropa y petates donde dormían, barrieron y pusieron un petate con una vela en cada esquina y una veladora en la parte de los pies, llegaron más vecinas que se alistaron a ayudar también, unas doblaban ropa y acomodaban, otras en la cocina habían llegado con maíz para hacer atole, cuando los niños varones salieron encontraron a los hombres que llegaban y se hacían grupos de plática que en voz baja y casi monosílabos fumaban o se pasaban la botella de alcohol de caña o pulque. El jovencito que lloraba lo hacía tratando de contenerse para no ser un espectáculo del cual hablaran, Gumersindo sintió un compromiso moral al ser el primero en estar a su lado cuando recibió la noticia. Empezaba a oscurecer cuando llegó la camioneta de Gumersindo con la viuda que bajo llorando amargente y su hija corría a su lado, se abrieron las puertas de las redilas y se veía el cuerpo envuelto en una sábana blanca. Los hombres se alistaron para ayudar y lo bajaron con cuidado. Lo llevaron hasta el petate y viuda e hija se ponían al pie de su cabeza mientras el hijo parado se hacía el fuerte pero tragos grandes de saliva y lágrimas hacían ver todo el dolor que sentía. La rezandera empezaba un rosario y la noche avanzó despacio para el niño Gumersindo que caía de sueño y a ratos se perdía a dormitar en un rincón. A la mañana siguiente llegaron unos cuantos rollos de flor y acompañaron al panteón. El encargado repartió pan entre los asistentes y todos se fueron a casa. Cuando llegaron Porfiria preparó algo de comer y Gumersindo la abordó.
-Oiga señora! Porque tiene usté más velas en la caja de madera?
-Son pa' estas veces, en que alguien se muere y hay que ayudar, onde iba yo ir al pueblo a comprar apenas?
-Y si un día usté se muere alguien tiene sus velas de usté?
-Pos... No sé! Pero yo tengo mis velas por si pasa eso y no hay quien! Tengo mi sabana para que me enrueden antes del petate porque no quiero que me enrueden con petate pelón porque da mucha comezón, endemás está un rebozo que me regaló mi marido y quiero me lo pongan para que me lo vea cuando llegue con el. Ya le dije a las vecinas que quiero que me hagan cuando falte! Porfiria decía esas palabras esbozando una sonrisa mientras molía ingredientes en el metate, como orgullosa de estar preparada o esperando el momento de encontrarse con su marido Arnulfo.

El niño salió de la cocina y se puso a pensar en lo que el quería el día que el muriera.

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